«𝗟𝗲𝘁𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝗮𝗻𝗴𝗿𝗲 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮»
«𝗤𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗯𝗶𝗲𝗻 𝘁𝗲 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗲 𝘁𝗲 𝗵𝗮𝗿á 𝗹𝗹𝗼𝗿𝗮𝗿»
Hace unos días leí un artículo en el que se citaban estas dos frases para ilustrar y también rebatir la creencia de que a veces el sufrimiento puede ser generado por una acción que se dice realizada “por nuestro bien”.
Conecté de inmediato con mi desencuentro con las matemáticas, gracias a uno de los profesores que tuve en secundaria. Un hombre inteligentísimo pero con unos métodos pedagógicos muy cuestionables. Hizo que dejara de interesarme la asignatura, aunque me parecía fascinante lo que se podía hacer con números y fórmulas. Hasta hoy.
Más allá de temas académicos (que también) sé por experiencia personal que:
▶️ Lo aprendido desde el dolor suele dejar huellas.
▶️ Si ese aprendizaje ha ocurrido en la infancia es posible que haya heridas emocionales que se expresan en la vida adulta a través de creencias o conductas.
▶️ Es posible que esos aprendizajes dolorosos condicionen o afecten nuestras relaciones
▶️ Es posible que repitamos patrones educativos desde el automatismo, aunque estos nos hayan hecho daño.
Las demostraciones de afecto influyen en el desarrollo cerebral
Michael Meaney, profesor de neurobiología de la Universidad McGill, demostró en una investigación realizada en 2009 cómo influye el cuidado de las madres en el cerebro de sus crías. El experimento se realizó con ratas. Las madres ratas que lamían más a sus crías provocaban cambios en ellas que se traducían en la generación de más neuronas y en un mayor desarrollo de la parte del cerebro que regula la memoria o el aprendizaje (hipocampo).
Lo mismo se demostró unos años más tarde con humanos en un estudio liderado por la Dra. Joan Luby en la Universidad de Washington, en el que se evidenció la influencia que tiene el cariño en el desarrollo del cerebro humano.
Es la denominada plasticidad cerebral y pone de manifiesto la capacidad del cerebro de cambiar según la experiencia vivida.
EL EXPERIMENTO DE MEANEY El profesor Meaney buscó modelos de ratas para averiguarlo. En su laboratorio, él y sus colegas estudiaron el comportamiento de lamido y acicalamiento de las ratas madres hacia sus cachorros y los dividieron en grupos consistentemente de lamidos altos y bajos. Descubrieron que los cachorros criados por madres que lamían poco llevaban la marca de metilo en genes que normalmente inhiben las respuestas al estrés. Como adultos, estos animales mostraron una mayor respuesta al estrés que los animales criados por madres que lamían mucho. |
Aprendizaje y emociones
En diversos estudios e investigaciones en áreas vinculadas con las neurociencias, se suscribe de manera contundente la importancia de las emociones en el aprendizaje. Las experiencias vividas y su contexto emocional influyen enormemente en lo que los seres humanos integramos (o no).
De allí que en los últimos años está cobrando cada vez más relevancia el mensaje de una educación y crianza conscientes. Un ejercicio informado y empoderado de la maternidad y la paternidad, basado sobre todo en el reconocimiento de estos factores emocionales como claves en el proceso de aprendizaje de la persona que ES y está llamada a ser tu hijo.
Desde mi perspectiva se trata, sobre todo, de encontrar un saludable equilibrio entre el rol de orientador, guía y educador que tienen los progenitores y el ejercicio de ese rol desde el respeto mutuo, la comunicación asertiva y el liderazgo amable, enfoque que apuesta por generar confianza, conexión y cercanía, a la vez que aportar recursos entendiendo el momento evolutivo del niño, sus necesidades emocionales y fisiológicas, así como sus intereses personales y temperamento.
Es un camino a recorrer, ciertamente, con las herramientas y la información adecuada se puede conseguir ese cambio de consciencia y mirada con respecto a la infancia.
Otra forma de educar es posible.